lunes, 27 de abril de 2020

¿Dónde está el arte en tiempos de pandemia en nuestra ciudad?


Por Lorena Montbrun


El recorte tal vez pueda resultar demasiado acotado, porque el aislamiento social está presente en todo nuestro país, inclusive en casi todos los lugares del mundo. A través de las pantallas se pueden ver distintas manifestaciones artísticas, solistas y violines en pretéritos balcones europeos o famosas plazas históricas en donde el virus rebasó antes. Una melodía con acento español que siempre conmueve, pero esta vez no son versos de desplantes de amor, son estrofas para homenajear a esos “puñado de valientes que hoy tampoco dormirán”.

Pero qué pasa en lugares más cercanos. Ya no se ven las niñas entrando con sus tutus a la escuela de danzas cercana a casa, ni se escuchan los ensayos de la clase de percusión del colegio Santa Eufrasia. En las primeras semanas invadía un silencio que aturdía en las calles de nuestra ciudad, sensaciones de incertidumbre y angustia, un momento paralizante.  Anuncios como “REPROGRAMADO” o  “suspendido hasta próximo aviso para minimizar riesgo sanitario” invaden los portales.
Y luego, tal lo esperado, como una necesidad profunda de expresión, comenzaron a aparecer intervenciones artísticas en escenarios plagados de bytes más que de tarimas y butacas. Encontrar "Hallelujah" de Leonard Cohen, interpretada por Vero y Julián permite dar una pausa en el vertiginoso andar por las redes sociales. Un fragmento del  “Pa´l Cahilo dormido” de Don Ata vocalizada por el coro provincial nos transporta a otros lugares lejos de noticias plagadas de números y estadísticas luctuosas.
A las nueve de la noche cuando comienzan los aplausos para homenajear los trabajadores de la salud, un vecino más adiestrado y provisto de tecnología, decide iluminar la cúpula del palacio municipal de nuestra ciudad con imágenes que nos atinan con ideas de unión y de patria.

Los espacios de gestión deciden reproducir los espectáculos archivados a través de canales de YouTube y artistas independientes convocan a hacer un “vivo” por Instagram o Facebook. En los espacios culturales físicos quedaron vacías las butacas y camarines, carteleras desiertas, escenografías solitarias, cuadros colgados en galería de arte llenándose de polvo, esperando la mirada de algún aficionado inquieto. En tiempos de virus y aislamiento social no podemos ir a una muestra de fotografía, ni al estreno de una película o emocionarnos en una obra de teatro. Más como espectadora que protagonista, disfruto con mi bata puesta, cada una de las manifestaciones artísticas que “me encuentran” y me sosiega saber que seguramente en muchos hogares hay cuerdas, teclas, colores, pinceles, arcilla, voces, luces, cuerpos, movimientos, personajes, palabras, frases, sonetos, artistas que se manifiestan sin la espera necesaria de un espectador, sino como una experiencia única e inédita de expresión y arte en tiempos de pandemia.

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